sábado, 29 de diciembre de 2012

Nuestro Llamado y la Gloria de Dios (Parte 2)


La doctrina de la vocación de Lutero

Para entender completamente la doctrina de la vocación, uno debe comenzar no con los Puritanos –quienes tendían ha convertir la doctrina de la vocación en una ética laboral– sino con Lutero y con los Luteranos, desde los compositores del Libro de Concordia hasta los teólogos modernos tales como Billing y Gustaf Wingren. Va más o menos así: Cuando oramos el Padre Nuestro, le pedimos a Dios que este día nos de nuestro pan diario. Y Él lo hace. La manera en que Él nos da nuestro pan diario es a través de las vocaciones de granjeros, molineros y panaderos. Podríamos añadir conductores de camiones, empleados de fábricas, banqueros, encargados de bodega y a la señorita en la caja registradora. Virtualmente cada paso de nuestro sistema económico completo contribuye a esa pieza de pan tostado que tomas en el desayuno. Y cuando agradeciste a Dios por la comida que Él proveyó, tenías razón de hacerlo.

Dios pudo haber escogido crear nuevos seres humanos para poblar la tierra sacándolos del polvo, así como lo hizo con el primer hombre. Pero en lugar de ello, Él escogió crear nueva vida –la cual, aunque común y corriente, no es menos milagrosa– por medio de madres y padres, esposos y esposas, las vocaciones de la familia.

Dios nos protege a través de las vocaciones del gobierno terrenal, tal y como se detalla en Romanos 13. Él da sus dones de sanidad usualmente no a través de milagros continuos (aunque pudiera) sino por medio de las vocaciones médicas. Él proclama Su Palabra por medio de pastores humanos. Él enseña por medio de maestros. Él crea obras de belleza y significado por medio de artistas humanos, a quienes les ha dado talentos particulares.

Muchos tratados de la doctrina de la vocación enfatizan lo que hacemos, o lo que se supone debemos hacer, en nuestros varios llamados. Esto es parte de ello, así como lo son los varios aspectos que delineé arriba; pero para comprender la magnitud de esta enseñanza es esencial entender primero el sentido en el cual la vocación es la obra de Dios.

Dios está ordeñando las vacas a través de la vocación del lechero, dijo Lutero. Según Lutero, la vocación es una “máscara de Dios” (2). Él está oculto en la vocación. Vemos al lechero, o al granjero, o al doctor o pastor o artista. Pero acechando detrás de la máscara humana, Dios está genuinamente presente y activo en lo que ellos hacen por nosotros.

El sentido de Dios actuando en la vocación es característicamente luterano en la manera en que enfatiza que Dios obra a través de medios físicos. Lutero y sus seguidores enfatizaron cómo Dios ha escogido otorgar sus dones espirituales por medio de Su Palabra (tinta en el papel, las ondas sonoras emanando desde el púlpito) y los Sacramentos (agua, pan y vino). Y Él otorga Sus dones terrenales por medio de las vocaciones humanas.

Con mayor amplitud, en términos con los que la gente Reformada se puede relacionar, la vocación es parte de la providencia de Dios. Dios está involucrado íntimamente en el gobierno de Su creación en cada detalle y Su actividad en la labor humana es una manifestación de cómo Él ejercita Su cuidado providencial.

Para el cristiano, consciente de su vocación como la máscara de Dios, toda la vida, incluso las facetas más mundanas de nuestra existencia, se convierten en ocasiones para glorificar a Dios. Cada vez que alguien hace algo por ti –te sirve el desayuno en un restaurant, limpia cuando te vas, construye tu casa, predica un sermón– agradécele a Dios por los seres humanos que Dios está utilizando para bendecirte y alábale por Sus dones no merecidos. ¿Saboreas una comida? Glorifica a Dios por las manos que la prepararon. ¿Eres conmovido por una obra de arte –una pieza de música, una novela, una película? Glorifica a Dios quien le ha dado tales dones artísticos a los seres humanos.


Por supuesto, el que la vocación es una máscara de Dios significa que Dios también obra a través de ti, en tus diversos llamados. Que Dios está oculto en lo que hacemos muchas veces está oscurecido por nuestros propios motivos pecaminosos y egoístas. Pero eso no impide a Dios actuar.

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Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios. Hebreos 6:7